Polea de dos de marzo.

Achiqué lo imposible
las neuras, los prospectos,
el agua marchita de los calamares.
Estuve día y broche
anudada al cubo.
De una manguera antidisturbios;
el volcán mojado
que en su madriguera
supura acuíferos de mercurio.
Como una noria de campo.
Levitaba lo que en el interior permanece
para ser brotado
por la fuerza de las bestias.
Cuánto cansancio
acumulan las bisagras.
De sacar nubes y navajas, mulas y geranios
de un ciclo para mortales.

Un día entre izar y expulsar,
leí un poema de Wislawa.
Decía que la vida de un cuerpo
se paga con un cuerpo.

Cambiar la bombilla.
Regular el reloj al verano.
Creer que vas por la senda
y estar muerta de dar y recibir,
con el giro molino de tus trazos

Tener miedo.
Y no decirlo. Y sí decirlo.

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