El estigma de las ratas

Cuando yo nací poeta
nadie ejercía tal pleitesía con catorce infiernos
y un grano cerca de la comisura de la boca.
Sin títulos nobiliarios
ni posesiones, sólo una llama
cercaba la alimaña verde
la hoja muerta dentro del libro
la gravitación espacial de hablar en silencios
Era poeta de chapa de vestigio
de puerta de inodoro
y de la botella de anís, bebida a hurtadillas
en un salón abominable
con la idea absurda
de que el verdadero poeta
es el leproso, el tarado, la córnea masacrada
el delito no resuelto
la mancha menstrual
en una inocentada candente.
Engreída pensabas que la poesía
no conducía un coche de alta gama.

Y te quedas quieta.
Viendo como los supermercados
la envasan al vacío.
Y miras tus manos moteadas de culpa.
Al menos antes del después.
Cuando yo era y no era.
De más fe había.
Ahora, no importa.
Hace demasiado frío para que seque la ropa.

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