La puerta prohibida

El fuego cazo dentro de ti,
porque eres una esquirla de cometa. Toda, el despliegue de tu herejía, ardiendo eterna,
con cada grito y sección de tu carne.
A veces piensan que las poetas volamos unidireccionales
Nosotras que freímos croquetas
cómo cosquistamos mundos.
Sabemos del dolor aguado de la helada
y del repudio en menesteres escritos.
Retorcemos el mocho.
Sacudimos la alfombra.
Cogemos el metro. Y hay hasta quien dona sangre.
Tenemos perros, gatos y peces.
Hijos  e histerectomías.
Las poetas que llevamos la genética
del cruce entre el no poder y saber
Que algunas trabajan el triple y cobran
una mísera parte.
Poetas detrás de gafas
Y abanicos. En deportivas
o en tacones que superan las pretensiones
de vivir del arte.
Somos tan sencillas,
Y durante giros de noria
tan injustamente obviadas.
Qué también (aunque les pese y sonrían
al estrechar nuestras manos).
Sabemos orinar
de pie.

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