Baja de la moto Ricky

No me hagas elegir del bosque
a un pájaro.
Ni blandir el corazón para causar
herida.
Si mi cuerpo cicatriza con la noche
la noche a trizas con el alba.
Agravio, los justos, cómo la verdad
en estandartes colgados de farolas,
de balcones dentudos,
de los cobardes que se esconden
detrás de la pasividad inmóvil
de un letrero urbano a las afueras.
Del bosque, un trino,
la hoja más perfecta,
la línea del árbol. El caer alado de las sombras.
Tú, en tu despiece, has hecho zanjas
al tablero.
Y has huido con la sirena coja
de un remolque con su circo.
La rareza de la acción provoca risa.
En el bosque relleno de pájaros
en sus cálices verdes.
El daño gratuito.
El pavo o la oca.
Pero, no olvides, que para reptar
uno aprende a volar con la nariz
pegada al suelo.
No te equivoques, la elección de hace tiempo
estaba echada.
Sobre un matojo.
De más de mil pájaros estrellas.
Caer y reirse del golpe.

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