Apoteosis atmosférica

La meteorología es un iracundo cornudo. Se enoja con los árboles, fuerza a los paraguas e inunda de saliva las calles.

Entonces viene la penitencia, el cerrar marcos
y ventanas. El pedir disculpas por carta.
Mirando al termómetro como acuna
al mercurio, infiel por naturaleza.
Que campa por el agua. Que nada por el fango.

Aún no hemos inventado coches con alas.

Y el bosque ese que la tala carcome,
es el único capaz de ser escudo a tanta rabia.
Qué no es lo mismo una casa de paja
ni de madera resistiendo el soplido, lobezno del calentamiento engendrado.

Un cielo cabreado y las personas como moscas.
La promesa de no volver a caer en la tentación.
Pero, lanzarás la colilla.
Y este mundo que no es nuestro
nos abandonará por adulterio.

Tu plástico más valioso.
Y tu CO2.
Y tu basura.
Y tu aceite en el fregadero..

Siempre repites que no volverán a engañar al cónyuge pero ni los satélites
podrán medir la desesperación
del afectado.

Tal vez nos hay mayor engaño
que la eternidad.

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