Guardacostas

En este campo de sábana. De blanco ojo, guareciendo el cuerpo. Esta mañana chocó la vista
con celadores de Tánatos en el intervalo
de un montacargas de aluminio.
Y bajo la tela hervida
un nudo yacía sin aire. Quedando perpleja
con la inevitable tristeza
vestida de corredor
en el desagüe de un lavabo.
En una semana de cadáveres.
De amor roto de cocina.
De anestesia.
Del viaje poeta de una Diosa Daudet.
Cada lienzo como hojas de un libro
que tienen vida autosuficiente
de humanidad hecha enfermedad.
De cansancio en letrinas.
Con páginas entremezcladas
de historias. Y las sábanas.
Con una vejez antes de segundo
y las cuidadoras del miedo
que ven el desempleo
cuando cierre la economía de los
que no atienden a los nuestros
a escondidas del humo tabaco.
A cinco euros.
El día. Y la garrafa aséptica.
Y la noche abierta
en una parada a la oncología
de la salud quema poemas.

Y seguramente. A tientas.
Sábanas de tipografía dudosa.

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