Demencial

La noche estrellada de Van Gogh
de bruces a unos ojos que gracias a la conjuntivitis
berrean la lágrima del viento.

Entre huecos de colcha
y un libro gimnasta
de piernas abiertas callado
cuando no leo su pequeña tipografía.

En pausa.
De noche. Con los acuíferos
reposo a la luz
de un cuerpo en pijama
y la cordura
del aislamiento.
De la isla
con sus semejantes.
Y un amor que no acaba
de sentar a la furia
en tantas sillas distintas
que uno ya ni recuerda
la flor de calabaza
que brotó de la palma del zoo.

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