Té helado

No todo té es frío, ni las calles
tienen nombre o ubicación, sobre las mesas en las terrazas de los bares.
Existe el corazón isleño
rodeado de sal y de agua, que con ojos
sabe mirar a las corrientes.
Como un submarino de óvalo,
que viaja sonámbulo entre los que
alegremente saborea la sed y su recorrido.

Es necesario, aislar el pensamiento.
Sellar la escotilla.
Y lanzar el cuerpo hacia al otro lado.
Aciago tránsito. Del que se saca los ojos
para contemplar por quién late
esta maquinaria de nudos.
Nubes dilatación.
Sol cetro.
Y marea hostelera que saca de su té de algas
y escombros, un nombre, después del litigio.

Lo mucho que le amo, y que no tiene dudas.
Pez corazón.
Con puestos los ojos de nuevo
como el despertar del día.
En un lugar del Mediterráneo
que ni Google mapas conoce.

El corazón acribillado de secretos.

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