Las estatuas del refugio de guerra

Lancé una piedra al río,
con la esperanza de la moneda,
mirando el ruego
de su lenguaje reflejado en el agua.

La piedra, proyectil hiriente,
que regresa a casa.

En medio del camino.
Dentro del zapato.
Cocinada entre las lentejas y el arroz.
Del río a la mano.

La piedra que no se rinde y reaparece.

Levando el peso extra
de la incomodidad del tropiezo
en la mineralogía.

La piedra.
Me mira la piedra.
Miro a la piedra.
Nos miramos.

Quizás haya que dar una oportunidad.
Y no sacarla de mi vida.
Que vuelva a sentir la sangre.
Masilla, blanda y espesa
la piedra. La puñetera piedra.

Dejemos de una vez latir al corazón:

Ben-di-ta- mal-di -ta.
Ben-di-ta- mal-di -ta.


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