Destino pérdida

El tráfico atorado, y la incombustible fealdad del estrés de los que tienen prisa,
coches comprimidos de placebo,
del movimiento sin paso.

De repente uno gira sin la luz intermitente
y la cólera se agudiza, entre los coches,
que no dejan de ser robots
con gente cabreada dentro.

Por un segundo de pluma. No ha habido un accidente.
Es paradójico pensar que nadie hubiese llegado a ese lugar que el ir les causa tanta náusea.

Un coche rojo, recién matriculado, que zafó el atasco. Mal parado como un polluelo que se ha escondido del matarife.
Y dentro una pareja con los ojos de la ira que se pelean con gestos látigos.

No pude escuchar lo que decían.
Pero, si vi su locura transitoria.
de dos cadáveres
metidos en un ataúd metálico.

Pasé de largo. El trance sólo les atañe a ellos.
Si hubiesen lastimado a un niño
en su trayectoria con las alegaciones
estadísticas de los accidentes automovilísticos: la tragedia hubiera sido gigante...

Qué más da que una pareja o amistad se rompa.
Qué se fisure la chapa. A ti no te importa.

Inevitable dolor. Porque de los divorcios siempre existen afectados que no saben si permanecer en la cola o girar con imprudencia
a la izquierda.

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