Zafiros y rubíes

Que extraña proeza
la de la muerte
de un ser amado
que se escapa de hurtadillas.
Valoración de tasa de los besos capicúas,
en maderas de poso y miradas obscenas.

Porque no existe peor muerte
que la de la hermandad.
Que el piema estrellado
en el tórax, como una bala.

De tornero, de cornamenta.
De reyes sin princesas.
De desidia en protesta.
De mujeres con sombras de hombre.

De monedas por.
De la rubia víbora.
De caucho.
El alma de corcho que adolece.
Nunca puse precio a la amistad.
Y el dolor se propone persona.
Cuanto silencio parlanchín.
Mi maestra llora.
Y yo remo con el témpano.
Piemas con piernas
rompiendo versos.
Y las yagas llenas de pulgares.
Volar siempre fue castigado en el gremio.
Lloro. Lloro.

Por la muerte de tantas y tantos.

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