No quiero jugar.

Si volviera a nacer. Sería soplo.
Azúcar, boca y nube.
Sí, solicitaría un franqueo urgente
para que mi cuerpo fuese
una misiva de paz, de amor, de mar.

No sé sostener apenas mis sueños.
Y voy rodando igual
que un guisante en una fábrica
de congelación.
Si volviera no partiría.
Y jamás hubiese pisado el destino
de hallarme en un lugar extraño.
Tocar a la puerta del corazón.
Después de la segadora.
De la sequía pertinaz.
Del tétanos.
De la parálisis del sollozo.
De aprender a respirar sin raíces
metida en un cuenco
con el agua clara en su superficie
pero en el fondo turbia,
y de dolencias.
Mirando hacia el interior mental.
Con el alma que se ha quedado
sin dientes.
Como un amor postizo.

Si volviera a nacer.
Con menos muertes y una tortuga marina.
Sería aleta, ojo y buzo.
Sí, poeta.
Y volvería a errar y tener humedad
en la puerta que tocas del corazón.
Y que es cáscara, trigo y tristeza.




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