Liber

Poetas ilustres, que gozan
de bolas de pelo.
Tal vez haya que ser académico.
Ostentar un diploma cojo.
Porque si no tienes electricidad
como auto-r no sirves para nada.
Hacen falta contactos.
Enchufes. Lo de siempre
en todas las correrías desde el medieval o el barroquismo.
Pero, quién osa a predecir
los elegidos o los andantes.

Si la raza determina más que el peso.
Y los poetas ganan por hedonismo.
Son del buen bebedor. Del manjar exquisito.
Con la empatía suficiente
de masticar con el dolor
de los que padecen el hambre.

Ese es el verdadero heroe.
El que patea aseos lúgubres.
Pierde la voz por la carretera.
Hasta tiene un tercer ojo injertado
en la frente que observa lo que
los compradores compulsivos
de bollería y frituras no distinguen.

Poeta que trabaja en la gasolinera.
Poeta que barre calles
Poeta que canta con una guitarra de saldo.
Poeta que lleva bragas.
Poeta en el club a dos manzanas.
Poeta mago.
Poeta que no fue a la escuela.
Poeta virgen.
Poeta vagabundo, borracho. Y sordo.
Poeta cajero del supermercado.
Poeta mujer.
Poeta.
Poeta.
No me busques en los claustros.


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