Plas.

Ha terminado la jornada,
de los que triplican la tristeza
de los catálogos prisioneros en sus buzones.
Y aquí, me hallo
en la noche oscura del alma
regresando con las mujeres
que inventamos la necesidad
de comprar para ser felices.
Luciérnagas de la iluminación
con papel burbuja: Plas.

Plas, plas, plas.
Pompas y mi voz.
Una afonía combatiente
para los que no compran
y son vendidos.
Ramas de manos petrificadas.
La voz
Plas. Plas. Plas.

Porque yo no escribo para un hombre
pertenezco a la escoria
de mañanas dominicales con sirenas
en fábricas de juguetes en Oriente.
No escribo para un solo hombre.
Escribo por la rendición de las aves.
La sonrisa de mi madre.
Los niños de papel en los anuarios.
La bomba de la oferta y la demanda.
La maldita demanda.
Plas. Plas. Plas.

Las mujeres en calles de brea.
Y la noche.
El alma se trafica en páginas
de segunda mano.
Con tanto frío que los ojos
se nos han congelado
en este circo de joder al prójimo.

Es domingo, y qué.

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