Vicisitudes frente a un fogón.

La sartén lasciva
salpica gotas de aceite sobre mis manos.
Pequeños latidos que arden
en su lanzamiento al vacío.
Quemazón aislada.

Recuerdo entre vuelta y vuelta,
al muñeco de nieve.
Lo revivo blanco
entre las avestruces.
Y me gustaría conversar
con el descaro de unas copas de Oporto.
Lo muchísimo que le echo de menos.
Y que respirar con el disfraz
de la normalidad
me está matando.

Si pudiera desenterrar a los muertos.
Les diría que no soy buena persona.
Que me parieron poeta
como el que hereda la hemofilia.
Les diría que les quiero
aunque fuesen osamenta.

La vida es como el pellizco
que produce el aceite hirviendo
sobre mi piel de mona.

Nunca es tarde.
Nunca.
Y yo soy aire y debo volar.

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