Salud dónde moras

Lleva el asma jugando a póquer con mis pulmones
y ahoga la palabra
en la situación común de los artistas
de cómo terminar la obra.

La palabra queda entre los barrotes
atravesada en la garganta de la poesía
como la flema que enquista
y al respirar se convierte en el fumar del oxígeno
que circula por las ciudades,

La tos impide dormir debajo del tejado,
y la uñas azulinas ronronean una saturación precaria.

Antes tenía la motivación, el duende,
pero mulo calla, aunque sinceramente
siempre amé la patética pose de las grandes actrices
que morían a finales del siglo XIX, de tuberculosis
entre los brazos de sus mayordomos.

Ahora, no sé finalizar el poema.
¿Y si le quito vocales?
Vcls l qtr.
¿O le resto las consonantes?
Oae e uiaía.

La maldita manía de querer sacar el conejo de la chistera
en rúbrica para cerrar como si fuera una bolsa de fiambre.
Todo un desfile de orgullo y de repente el latigazo.
Pobre poeta que sube a lo más alto
para caer sin red.

Allí, atrancada, la saliva con los espasmos.
Respirar, liberarse de este peso del elefante.
Y acabar el poema sin acrobacia.
Así con el culo al aire.

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