La dama de las bragas azules.

Se acercó la dama de las bragas azules,
y me espetó en toda la córnea
que mi poesía no le gustaba a todo el mundo.

I

Si decidiera escribir franco,
y en plena pared del juzgado escribiese
la siguiente nota:
La mesa tiene cuatro patas.
La silla tiene cuatro patas.
El gato tiene cuatro patas.
El estanque tiene cuatro patas.

II

Cuatro, todas y todos, tuvieran.

III

La señora de las bragas azules
y la parafernalia que escondió el cumplido
no sabrían el número exacto
del arsenal enumerado.

No, no lo entenderían.
Porque leen con los ojos.

Y yo, pobre diabla de bragas de encaje rojo,
se la ha de leer con el corazón, los tallos,
la esponja, el tobillo, la pleura,
el útero, la rodilla,
las coordenadas y un mapa.

No, ni aún así...

La mesa, la silla, el gato, y el estanque.

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