Huracán de rebelión

Nace la rosa sobre la madera.
Y la misa pone nombre.
A lo desconocido.
Sube un torrente
inevitable a mi lado
que empaña el juramento
de que llorar reblandece
entre una voz quebrada
de hiatos sin hernia
dando lugar al poeta
de coágulos
de mano alguacil
de pecho registro
de partida naranja
de yodo, presa y amoniaco.


Tras un telón verde.
Y otros despidos improcedentes
cerca del respirador de la cera.
Y la broma de abril
con un público de lavanda
para aminorar las marchas
con la música del humo.


Sufrir el poeta hermano.
Como rosas que brotan sobre el barniz
en un miércoles de devotos
al teorema de la amistad
que es anilla hasta en el infierno.


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