La maldad requesón.

Las amígdalas gritan
lo que callo en una nota
demasiado baja, la que entre la tráquea
descansa en un silencio
que narra los abastecimientos,
los neumáticos quemados
con hedor de su plástico
combatiente de una hoguera,
tal vez es la evidencia del viento,
la falsa amistad
con chaleco antibalas
que flota cadáver
incapaz de esconder su humo
entre los títeres,
por eso me basta la tos que huye de la flema, el aparatoso vuelo de los que oran
a la conveniencia. Aquí en el apartado
de la goma chamuscada
de hacer relojes para aprender a sobrevivir.



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