Saciados por menos de una moneda.

La cola del Telepizza era madrugadora, apenas
salidos los niños con la merienda del colegio,
que variopintas personas enhebraban  por orden
su comanda al chico de la gorra y la sonrisa
de "Me tengo que pagar los estudios".

Vivimos con el hambre resuelta,
en paquetes de macarrones
y botes incendiarios, para que no abordemos
las calles. Ya se encargan de mitigar
con el gas lacrimógeno
las revueltas dentro del barril sumergido en un mar de cebada,
con promociones de harina y agua,
de un euro por carne prensada igual que un papel,
masticado de nuestra historia.

Porque ellos lo saben.
Pueden saquear, amortiguar, pescar el bien ajeno.
Qué sólo la hambruna y las cabezas claras como huevos,
estampado en las alineaciones
de urbes, postales y fechorías.

En el estómago con el eco del intestino.
En el niño bramando a la teta.
En las colas de los arenques,

mientras que de pienso pensaremos más bien poco
el gramo.
De la libertad y de la justicia.

Por menos, 
de una moneda y en silencio.



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