La sinceridad florecida.

Nuestros ojos se tropezaron y como
en una fórmula de física, aparecieron las reacciones,
adversas en el amor
donde se construyen puentes
y una cultura que nos enseña
que nuestra pareja es el enemigo.

Con las aradas la pregunta de que en la convivencia
sobreviene el cambio, el amor
de gestas que para los muebles pasan desapercibidos,
pero, ahora, que me he lanzado en picado
a la piscina de tus ojos, confieren la verdad.

El olor de zapatos.
La legaña en el ojo.
La mueca inoportuna.
El canal equivocado.
El beso frío.
El café y el azúcar frente a la estevia y la infusión.
El abrazo a la almohada.
La toalla con pelos.
El sarpullido de la barba en mi mejilla.
El eco de los ronquidos dignos de Neruda.
El hipo, la tos, el gas.
El bostezo para no mediar palabra.

Para derribar la fortaleza
de saber, que el amor viste rastrero y zafio
y en la humanidad
de los sorbos, la ropa plegada, el gato en vez del perro,
la sonrisa en tres sábanas
se han escrito para recordar
que somos animales de alma en celo.

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