La simultaneidad de los heridos.

Podría conversar de las sequedad de mis manos,
del ligero temblor de la cortina
en las ráfagas de la medianoche,
de la riqueza del pensamiento,
de las enaguas en almidón
que mueren ahogadas
en detergente.

Podría..., contra la araña
que soledad cuelga del techo, y los ojos de la impaciencia
para beber la imagen de las cremalleras, del pan molido
y las fresas que nacen bajo los escombros.

De la pena rebozada, del sentir que lía
y se fuma solo su desdicha,
cruzar las piernas, observar los miembros,
retener cada bocado
y pensar que esta noche de sartenes
pululando aceites refritos,
no existiría mayor colmena
que apoyar mi rostro y escuchar el latido,
dormir sobre las ramas de la canoa
dirección desconocida.

Y despertar con las anacondas.

Amar en estéreo

basta con calibrar los tiempos

del revólver.


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