La dificultad inconquistable de Afrodita.

Entre sus manos la bandera blanca de un libro de Sabato
y un gran esfuerzo a tolerar mi filia por el budismo.

Entre sus manos letras completas de apalabrados y trajes de buzo
colgados en la rama de una cumbre.

Entre sus manos el recuerdo se asemaja
al sol a tantas ilustres en cordel, en botón, en barcajada
de que cómo el escorpión  pica entre la costilla de Eva.

Entre las manos de amantes que separados han hallado hoguera,
de un hombre y una mujer
que pertenecen a polos opuestos,
ella notando las grietas del glaciar,
él en el sur tras las gafas 
analiza el pentagrama de los escrutinios.

Pero, sé, en verdad, en solsticio, en loto,
los vergeles sagrados de nuestras muecas, besos de trufa,
la excentricidad de 220 vatios,
amaneramiento del sino,
sé, que en cada vaivén,
lo que me explicaron y no entendía,
este sentir de leña,
la recuperación de la carne, el viaje de nuestros ojos cerrados
a nuestro límites.

Entiendo, el lenguaje de los delfines, el ruido de la nuez
contra la mesa, la avioneta azul invisible al cielo,
los meteoros que la piel recobra,
lo que un día tras otro quisieron darme en dogma
e ignorante lloraba de infelicidad.

Entre las manos estamos de las lenguas profanas,
y me gustan nuestras diferencias
porque nos enriquecen
en peces camas y otras minas decadentes.

Así mirando su cuerpo desnudo en esbozo de sonrisa
escribo este poema de Junio
para sus ojos.

Mientras sigue hablando de pactos de gobierno.

Yo le inicio de poema.





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