Señora Curie.

Sentada frente a un ejército de adoquines de barro,
puerta lacada con retículas de vidrio,
y entre el verso que apuntalo se acerca un visitador médico.

¿Eres compañera del gremio?

Paciente, soy paciente
que abre las alas de escarabajo,
boreal que se apaga
igual que el sol mandarina
asumiendo el juicio que la tierra
con cada infortunio
la gangrena.

No, no me gusta estar aquí,
sola entre el caos
con licántropos en lista,
sentada, en una esquina de árbol.

¿Y por qué va ser malo tener miedo?

Pero, me apetece salir corriendo, cobarde,
antes de morir en la hoguera a parcelas.

Tal vez, no sea doloroso el helio
que compite contigo,
sentada, doy por hecho
que lo que jode
es que nadie te sostenga la mano
cuando te consumes
como una muñequita de cirio.

Sentada, salgo a la calle
y pienso que mañana
será otro día,
y que las guerras viven en la olla
caliente de los fogones.

Tal vez no sea doloroso el helio,
sino el desprecio de lo que amamos y nos quema
sin dejar rastro.


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