La perra.

Anda un galgo por dentro
y añicos brama estrofas
de tijera con papel de lija.

Un famélico 
de por tú o si ya que
en una vertiginosa espuma
que deriva en un mediodía de bazo
que ladra, y dicta
con las costillas-hendiduras del silencio
que tal vez uno o casi entre.
No sabe usted
la cadena pesada
que abraza el árbol
mientras los cazadores disparan tragos
antes del ahorcamiento.

Letra a letra,
bala a bala,
sobre el fondo 
de la luz de un ordenador.

Con mis ojos 
viendo como desangra
en ácaros de correa,
este galgo hembra con la garrapata del recuerdo.
Yo que tuve el paraíso
brincando detrás del ala de las cometas.

Con la cuerda en sutura de cuello.

De saberse muerta para el otro lado
de-l una en dos de nosotros
en el bosque, galgo veterinaria,
y la acongoja.

En lengua
y temblando el último poema.

Porque no le olvido.



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