El pecado orginal.

¿Quién decidió?

Acaso el almendro sabe
o el avión que cruza el cielo dónde nos lleva.

Las puertas que callan, los olmos cobijo.
La llave que gira. Las piedras parlantes.

El aire acondicionado 
que sostiene el edificio tras la espalda.

¿Qué conversaciones engullirá
en un rumor de resfriados 
al corazón expuesto?

No supuse,
que su mano
sería raíz.

En un momento
que ya la rasgadura 
supuraba petróleo;
ni sangre colmaba el fracaso continuo
de tener 
como amante
a la soledad.

Así, que agarre fuerte a esta sombra temerosa
porque el tigre puede rugir
en cualquier momento.







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