El guiso.

El hastío ha cocinado el amor
en un puchero de anguilas.

Poco importa ya, que su epifanía
sea en norte o sur de Europa,
con la ventaja de poseer una cama
con medidas de océano.

En la noche púa,
en quinqué pausado,
en marquesina de se da al antojo de la testosterona
cruel
de un cascanueces
que se siente acariciado en ese improperio
que limitaba el exilio
del confort para dormir bajo la sombra de los cuellos,
en verjas altas
igual que montes en fotos
y saltar la valla,
y huir con ellos, los sin papeles, los muertos de hambre,
los asesinados por un amor feudo
con las piernas llenas de heridas.

En busca de la libertad,
lejos de ti.

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