Cada uno tiene lo que desea.

Qué sabe del amor un albornoz blanco
de restos fluidos, que puede morar en perfecta
paradoja amar y no amar, ver ciego y escuchar sorda,
si el corazón palpita tan tribal que niego las falacias
que proceden de la campanilla


Si ha de yacer con otras,
a mí, contratiempo
no impera, deje, pues, el silencio
de la campestre
que hable de rocío, de muelles de colchón,
de cuerpos imanes
magnetófonos
que irradian este acertijo
con años callicidas.

Vaya con quien plazca,
pero, respete la decisión
que he tomado, mártir
no me dé en prenda, no urgue
en mi herida como un troyano informático;
no me subaste y  busque macho
que apacigüe el caldero
con su cocido.

Soy libre para decidir.
Igual que usted lo es para no amarme.

Deje esta burbuja de creacionismo
en su adoración de hombre, de noche, de día.

Que ha hecho que el mar
volviera
a sentirse mujer.



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