Encadenada de nada en cada.

Te has atrevido a sujetar la cadena?
A hacer más liviano su manejo?

Sólo consiste en abrir un ojo
como una flor y observar el mundo.
Seguramente será una desfachatez
mientras abro la lata de comida para gatos
con el cuidado exacto para no cortar la piel.

Una ocurrencia de mueble de cocina,
el sorber puré de color fruta
y sentir la misma felicidad
que una concha en República Dominicana.

Mirar a través de la cadena es
encontrar en el buzón poemarios
llenos de amor para otros huéspedes.

O el centauro
de ver en un coche
un adulto leer una novela a un niño.

Esa  instantánea de eslabón
capaz de atravesar un vacío
relleno de existencia.
Las noticias de normalidad
en un mundo de letreros de desahucios
en la Gran Vía

sin Piaff ni rosas
de cemento.

La vuelta a casa
del ladrido en la montaña
de un perro que buscando ovejas
habla a las piedras.

La normalidad y esos vasos
que se quedan
tartamudos dentro de la boca.

Para probar con cables cual detonará
encima del mostrador de la carnicería.

La cadena, y sus aires dispuestos
a observar la pequeñez de lo que amamos
en diapositivas que pesan como
un RAM de un grifo que gotea.

Felicidad soluble.
Dos cucharadas de azúcar.
Y leche de soja.











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