Yuxtaposición.

Quisiera que este amor fuese odio
y que mis ojos no fuesen sus ojos
cuando nos miramos desde continentes distintos.

Que mis manos igual que acariciada agua
no sintieran su chamánica fuerza
y esta ropa no fuese huidiza para no dejar
a la superficie
el cuerpo en su búsqueda.

He pintado las manos de verde.
Rocío de vapor, que hasta
cortando los meñiques para su sustento
han sido infusión de
sexo, con tardes puntuales de dos municiones
que se conocen tanto
que caen por si solos
ante la falta de equilibrio.

No temo la marcha.
Llevo colgada la llave
que pertenece a la marea.

Me gusta mimar su columna
atravesada por el bisonte
que desnaturalizado
arrima pradera.

Y digo no más besos de amor.
Y redigo que ésto es una quimera
para salida del barco.
Y me digo ya no le quiero
hasta que vuelvo a recuperar invisible
ese olor de hombre
que hace escribir
poemas en un sofá
bajo las luces halógenas de la regleta.

Y en contra de todo pronóstico,
vuelvo a ser.







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