Oigo la música y añoro el baile.

Igual que una gimnasta
estirando los músculos
sobre el potro,
haciendo piruetas en interminable eco,
infinita progresión.
en este tapiz verde de billar
golpeando mi cabeza contra las boas
y el número ocho esquivo
como una mosca impertinente.

De puntillas bailarina
sopeso el precio de este sacrificio,
a lo lejos los músicos 
tocan canciones de esponso
y deseo salir corriendo 
bajo los fuegos artificiales.

Aunque llueva petróleo,
aunque los dedos sean ganzúas
de tanta penitencia ilustrada.

Ensayo.
Leo acróbata.
Gata estiro mi espalda con pinceles por garras
y repito el ejercicio con los ojos en lija
de tanto por ciento.

Me gustaría pescar flores,
pero, es la hora que el talco 
salpique el folio.

De saber que en la renuncia
en el salto mortal
el cisne negro,
un día volverá a ser ese modesto
pato de charca.


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