Turquesas.

Las tardes de domingo son ítalas
con la melancolía de la pasta fresca
escoltada por una copa de vino.

Con este repentino cambio de temperatura
donde las madres cobijan
a los niños,
con mantas de regalo
y cruza la acera, la ventisca
que procede del pecho
de las amas de casa
con los abanicos
de bodas para invitados.

Extraño la amistad italiana,
y así lo expreso café
con el té de frutos de cortezas
y las viandas
que viajaban dentro de maletas
destino Iberia.

Parece que fue ayer.
No puedo evitar Moira llorar.
Sabes que del mar siempre me quedé
el de costa
donde la lágrima es caldo
y viven menos peces.

Tú, en cambio, rotunda
me salvabas de tantas interferencias,
del miedo, del estómago vacío,
del tren olvidado
o el avión dispuesto.

Así son los amigos mantas
sobre las articulaciones
reproches en  la solapa
y la magia de una vida
que siempre me aleja de los que más quiero.

Ti voglio bene.
Ti voglio bene.
Ti voglio bene.

Grazie.

Per tutta la vita.

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