Sangría existencial.

Nacimos los más solidarios del mundo
damos de comer alas de pollo a las palomas,
sentimos el dolor ajeno,
nos confraternamos con todo lo que salga por la televisión:
el ordenador consciente
que vela por nuestra fe y nos hace sentir más tranquilos
con nuestra filosofía
ahorrando la moneda por campaña
en huchas con una boca horizontal.

Somos los más
Qué menos.

No saludamos al vecino porque toca el piano los domingos,
intentamos no dejar pasar la oportunidad
de colarnos en el cine,
películas opuestas a nuestra social red.

Miraremos hacia al otro lado a la señora
que pide limosna
y alborotados entraremos en los ascensores
sin importar el orden de la jerarquía humana

No seas ingenuo, somos los más altruistas,
los abuelos duermen en geriátricos,
quitamos el aparcamiento a la chica novata del coche verde
y lanzamos una patada al perro
que se orinó en nuestro neumático.

Las revoluciones se inventaron para los pobres
y van en esta lancha pilotada por el héroe,
el solidario muñeco de Lot,
porque nosotros episodios casuales
arreglamos el mundo
sin que lo sepa nadie.

Somos los más.
Qué menos.

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