Mal de la hamburguesa.

La belleza sin ningún miramiento
servida en cristal fino
siempre atrae cósmica e irrefutablemente.

Qué te la den en un cartón
o en un vaso de óxido,
dedal,
sobre de carta,
o jarrón de jacarandá putrefacta.

La belleza semejante a la juventud
se sirve en hoteles
con esferas de Murano
y cisnes con arrugas de periódico
que no permiten ni reír, ni llorar, ni vomitar.

Esta enmienda no conviene,
invendible el beber agua por muy sediento que esté
el convenio colectivo
sin el paquete adecuado
porque aborrece hasta el apéndice.

Así que hablemos en el poema
de la vianda a láminas, carpaccio de lunas, de astros, de corazones,
devoremos caníbales la carne cruda
y dejemos de chismorrear
de la fea verdad
perdida en mil gotas,
igual que un orgasmo en tu cara sociedad.

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