El cuento del hartazgo molecular.

Sólo quería ser su amiga.

La flor nacida en el despeñadero
quizá viva de su propia soledad contemplativa,
el cielo y la cumbre
sean los mejores compadres
que vivir con el resto en las jardineras 
del barro.

Sólo quería ser su amiga.

Pretender la amistad del silencio,
de la oscuridad de los armarios cerrados,
de la mancha del rotulador en el babero,
es, en ocasiones, una tarea dificultosa
porque dentro de su centro nunca ocurre nada.

Sólo quería ser su amiga.

Agotada empresa, un día, una pastora
se enamoró de un puente,
lugar de paso, donde las espuelas
y los viajantes grababan el peso coeficiente
y la mujer no podía evitar el sufrimiento.

Quizás al puente le guste notar la historia
de las ruedas circulares haciendo trillo
a su estómago de castaño y no desee
saber nunca lo que ocurre desde su nada.

Sólo quería ser su amiga.

El viento molesta a la brisa más liviana, 
enharinada al molino
que le produce un sinfín de irritaciones fluviales.

Y yo que soy, mucho mar de Tramuntana.
Y no todo el mundo la quiere
más que la flor, la oscuridad y el puente.

Sólo quería ser tu amiga

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