Mirar desde el corazón. (Gràcies Eva)

Tiene la espalda del galgo
capaz de sostener un tonelaje inexacto de tubérculos
pisando las piedras del río seco
sin zapatos .

Pero la garganta no tiene mirlo.

Manos excavadoras del lodo
profundas rutas de bucles
hacia el núcleo de Verne
para sembrar el arroz y que crezcan tulipanes.

Pero el mudo canto del ruiseñor no habita en la garganta.

Los guisos saben a bisabuela,
a madre, a las antepasadas mallorquinas de la Edad  Media 
que curaban las heridas a los animales alados 
con argamasa y romero.

Puede retener la furia,
traducir sánscristo,
envainar un sable.
Arder dentro del radiador de un coche y...

Pero cantar como lo hacen las sirenas
con gargantas atrapasueños, no,
porque es una mujer de carne y palo
con patas de silla
y manos de mesa.

Puerto, acequia y banco de vagabundos.

Y entonar una melodía
la garganta no es-puta.

Será por ello
la huida, la filtración de la tubería,
el poro del techo.
Será por ello el viaje
como un maldito estribillo de navidad
que no la amas
porque astilla una mujer de palo y hueso.

Y no sabe cantar. Sólo sus poema mueren
con todos los atributos lienzos
que de todas 
las bocas corales.

Yo fui, seré y soy la única 
que te hubiese podido
rescatar 
de la locura.

En silencio.




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