Exclamación.

Quizás nos lean más
nuestros proyectos de amantes,
o amantes pasados por nuestros;
las manos que corrosivas
sirven el placer en taza de plata
y muerden nuestros apellidos.

Tal vez sea una molestia
el intento frustrado de arreglar el mundo,
un sacrilegio de Vulcano y Venus.

Acaso ponernos sociales
no tiene la suficiente poesía
para poner calenturientos al personal.

Hablar de guerras,
de barbaries,
de hipotálamos en extinción
en el zoo urbano, no es engendrada raíz
de tuétano.

Hablemos de penes y vaginas,
de las veces que me lames los pechos con psicopatía
o yo trepo hasta tu central nuclear
a sabiendas de morir electrocutada.

De tus embestidas de bisonte
y las veces que mojo tu cama.

El cambio climático.
La memoria histórica.
Los refugiados de guerra
no estimulan las áreas
valladas de los sin precio.

De peces y vaquillas, no mola.
De guerras y exiliados, no mola.
No pone a cocción los invernaderos
periféricos.

Es nuestro estigma, cariño.

Mientras sentada desde el puente
veo tu próximo viaje
y lo pequeño que es el mundo entre nosotros.

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