Los marcos, moneda y listón (La hermandad desde Alemania)

Donde el pino crece tuerto, el abeto lo hace flauta;
habrá sótanos de tres plantas para la alegría.
No esta necesidad de limpieza de pecado,
de desinfectar la piel de las fresas,
de limar la muesca como un transmisor en Yugoslavia.

El pesticida que mata a los pulgones
de los geranios inmaculados en decorada religiosidad,
con algún extraviado ojo por ojo
y las balas de heno plastificadas.

Los hilos no cuelgan de las ventanas,
del león con narcóticos en cada taburete
como un ballet que sincronizado dibuja burbujas
en la piscina.

Y me acuerdo del pez, del pez que no recuerda al anzuelo,
lo cíclico del virar de la bicicleta histórica.

Del hombre poeta de zapatillas rojas
que alimenta a los gatos 
que curiosos alternan
en una terraza de copeo y tachuela.

Hace calor.... la bastante
para que ellos acudan felinos
cuando tú escapes a través de las cañerías
con la pulcritud en botellas vacías a 0.20 céntimos la unidad, 
cacharros colmados
de comida de cenas en Sevilla.

De líquido efervescente.

Aquí hay envases embalses.
Hay agua en forma fluvial;
pero, no hay lenguas sedientas.

El fumigador de las ánimas
y éstas que mudas la orinan en las playas hispanas
de la basura telefónica.

Se oyen campanadas, va a empezar la misa.




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