Las tres estrellas.

El verano tiene sus ventajas,
una de ellas, es dormir en el suelo sobre un viejo boutí.

Tumbada  busco el ángulo
que traiga la posibilidad 
de cazar alguna estrella.

Ayer con el vaho típico de julio;
que sólo a las cuatro de la mañana se siente gélido,
descubrí las tres estrellas de la Osa Mayor
que saludaban coleando
en un improvisado planetario.

Mira que me gusta la dureza del suelo.
Enredada con mis piernas
pensé por un momento que vivía en el campo,
un campo lleno de girasoles en plena noche,
y con mi índice las apagué, de un soplo,
para dormirme con el seseo del motor
de una nevera
de las fábricas de aire frío
de tu tos dentro de mis pulmones
que enfisema no se extingue en nube.


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