La cuenta atrás.

Nunca es la parte baja de nuestras cervicales,
sostén del seno frontal, coraza impermeable
para los sin sabores de la vida;
emprender el camino lineal
topando 
con la belleza triangular de una luna 
vértice con Venus y una estrella.

Puedo ir hacia atrás como los cangrejos,
para recordar cada uno de los cielos
que he habitado.

O botar rana demente
ensortijada de verdes ampollas,
las esmeraldas de las mordeduras de zapato.

Pero, eso sí, jamás parada.
Nunca parada,
si al caso de trenes, de despedir batracios 
que se alimentan de la bondad volátil,
el aspersor de las sonrisas
saludando con los dedos de sus genitales
y una noche refrescada
por todos los aires acondicionados
que tuberculosos
suelta su aliento a la calle

Me miran.
Me saludan.
Me espían.

¿Quién sabe hacía dónde?

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