Tráfico.

Caminando por el pantalán
con la erguida sintonía
desplegaba la sonrisa en abanicos.

Qué felicidad exhausta.

Qué facilidad al contratiempo del progreso,
un azul intensivo
que crujía cada viga de madera
bajo tacones de pino.

-Qué guapa está con su vestido frambuesa.

-¿De dónde es?

-De la India.

Y un flash-back
aconteció entre mis vértebras de salamandra;
te vi con mi misma edad
aparentando ser una anciana,
llevabas el pelo recogido por un sari 
bajo la lluvia negra del petróleo.

Las costuras rematadas por las manos curtidas
del color del mueble, 
con los abetos que nacían en tus ojos.

¿Era mejor eso que nada?

Notando la puntada de una aguja
que sujetó tu mano
y que corté con una tijera,
como la matrona burdel
que secciona el cordón umbilical
del primogénito industria.

Jauría de lobos,
de lobos despellejados
con la piel de la gente,
por la orgía presupuestaria 
de ser el trabajo prostituido.

Le pido perdón a la sumisión del tráfico.



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