Para ti y tú lo sabes.

Las cuatro de la mañana
y emerge la humedad por las rendijas
de los refrigeradores.

Sentada, en un taburete, la luz caoba
parece una guinda que saluda
a la sensación, que ya voy pasada de copas.

Si tú, estuvieras aquí,
a mi lado, como el guardarropas
y este posavasos trapecio,
no tendría la sed mugrienta
de tu olor.

Ni el disco metido en los auriculares,
ni la falda menguada, ni la luna por réquiem.

Descosiendo esta añoranza con tequila,
anudando medias para no caer al suelo 
de moqueta salpicada de cáscaras de pistacho
con un viejo que pulula mi escote.

Cuando hablo contigo
me guardo las rodajas de limón
en un plástico traslúcido,
y expreso alegrías cerezas
para no decir que sin ti
esta ciudad es pueblo.
Que las curvas se hacen borrachas transacciones
y que el vaso está vacío
entre mis piernas
añorando la delicadeza con que cantabas
entre nubes a mis ojos.



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