Progresoga

La algarabía de luces pasajeras,
los cuerpos al ritmo de la música,
música del latido,
tambor de los cuerpos; el baile.

Entre espacios de vasos uniformes
y brebajes desleídos con hielo,
y la sonrisa
y la hache, y todo un grupo de despedida de solteras,
y ojeras de tigres y cola en el baño.

Se abrió la puerta cortafuegos,
entrando el hombre de la mirada-sombra;
sigue la música,
la garganta alegre,
los vasos esbeltos,
el ritmo sin peana 
y las plantas sudoríparas
que imitan al campo.

El hombre, con un puñado de flores
envueltas con la vergüenza.

Vendía de una en una
a las jardineras del progreso
pululando como un animal de feria con dos cabezas.

Y yo.

Entonces me llené de pantano
y mis ojos se fueron con el pakistaní
que ofrecía su pan al desdentado.

La tristeza se quitó los botines
y se clavó los cristales
del último 
vaso 
roto.

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