Úlcera.

Él disparó por la espalda,
a bocajarro,
creando un cráter
rodeado de filamentos.

Una brecha 
donde el aire circulaba
con la huella inequívoca
y letal,
que adquiría la forma
de una anémona hambrienta.

Cupido, asesino en serie,
recluta de mercenarios,
había usado su mejor artillería
para el enajenamiento.

Inconsciente
del murmullo de las cigarras,
cri, cri, cri, amén pasional,
de la infamia de las lenguas de estropajo,
ras, ras, ras, Eros de paprika,
bragas vueltas de sentimientos,
así, desnuda en una zoo de primates,
no supe lo que era el amor
hasta que me derribaron
sus ojos.




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