Frida de Chavela.

Tú que fuiste triunfante,
sponsor publicitario que alardea.

En todas las caderas de los autobuses
desde los luminosos de Tokio
desnudando móviles con mujeres de ojo cerradura.

Hasta  el Hombre Pancarta
que compra oro, en una esquirla de Chinatown
para los que usan prótesis de metal
al alcance de los sueños.

Tú, ahora, y ayer, y después del anuncio,
folleto, fascículo certificado.

Eres esa luz centelleante,
la mueca del negro afligido de Harlem,
la espuma del perro rabioso
antes de una pelea ilegal
sujetado bajo la cocaína.

II

Soy esa mujer 
que tiene una pierna de pájaro,
una pata de canario,
atravesada vagina por un pasamanos.

Tú  Diego, de Khalo
que llegará a adolecer sin rodillas
y aún así te seguirá arrastrada
a la luz seminal de tu sexo.

Igual que una polilla
que sabe del sabor de la angora
las apuestas de los chicanos,
el hombre que grita:

¡Compro dientes de muerto, pagamos al contado!

La revista metida dentro del bolsillo de los aviones,
más pantallas encendidas con la meteorología
en un bulevar de cuatreros del trigo.

Khalo en medio de un museo,
lisiada después de varios intentos,
en una cama de faraón.

La mariposa, la alhaja, los cuadros péndulos de paredes.

Y tú, Diego, maldecido Diego
trasferido en otra carne 
que sabes que acudiré
sólo con tu mirada.

Sin, ni siquiera,
vernos las fauces.

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