La verdad.

Yo, no soy yo.
Yo soy lo que tú me hiciste:
la escoria, la piel de la anaconda.

Con diecinueve años cambiaste
mis bragas de algodón
por puntilla noir.

Y aprendí en tu cátedra
a llorar con espanto,
a llorar
y orquestada
a llorar en silencio.

Bajo presión yugular
el prohibido cautiverio
que convirtió lo anormal
en lo necesario.
Amar de la rosa la espina.
Incomunicado faro, en medio del Gobi,
escupiste con cincel a la Hidra,
sin saber, que la obra fue peor que tu docencia.

Ahora que he muerto
y he resucitado,
percaté que yo,
no soy yo,
que era
lo que tú me hiciste.

Mi cadáver vara
por las esquinas de la casa

Ahora, que no hay ninguna duda interrogativa,
sé que Estocolmo será la cobertura de riesgo,
pero, empiezo a desear manteles margaritas,
que yo vuelvo a ser yo,
y no el delfín
que hiciste creer
que era una orca asesina.


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