Esponja marina.

Me he quedado toda tu tristeza
envuelta en una bata polar
después del café de tiempos pisados.

Soy una osa que ha perdido sus cachorros,
que bebe Coca Cola
para arrimar el frío con ginebra,
y se apodera de toda tu pena
para liberarte.

Es el problema de la empatía,
de los años que te amé en desuso.
Hablas aún de tu padre en presente,
no eres real de todo lo transcurrido.

Yo ya no te amo,
se me fue el amor
por el canal del parto.
Naciendo una porción
de nosotros no mismos.

Hoy te afeitaste,
no querías
que te viera gastado como un billetero
de ferrocarriles,
hemos sorbido de la taza
los momentos que ya ni siquiera sabemos
qué comentar.

Te refugias en la sección de deportes,
buscar la lotería 
y murmuras la mala racha.

Tu brazo se ha quedado
con la tensión de todos los veranos.
Y te doy instrucciones
de cómo afrontar el estado gaseoso
de la muerte. 

Me he llenado de tu sufrimiento
para que aligeres
en nuestros peajes divergentes.
Tu rostro es de corteza
de hierba mexicana.

La osa terapeuta.
La osa que cuida de tu huella.
La osa que escucha lo que no te atreves a decir a la Mayor
quedando rezagada
al segundo plano de una constelación pequeña.

Tengo medicinas preparadas para el auxilio
y todas las lágrimas
en mis ojeras
que tú no sabes escribir.

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