La rendición

Depositaba en la lengua el pétalo, con el edicto
de no ser mordido.
Equilibrista mi mandíbula
para no cerrar sus fauces
abría la boca
en cavernas sin puerta
con el intruso de su mundo
de pétalo de pierna
de pierna de brazo
de abrazo de do-lencia abierta.

Templo de arterias,
y germinaciones
que sostenían una dentadura
y el pañuelo marchito,
porque las fuerzas flaquean
y no puedo resistir
la gravedad con tus manos,

tanta lluvia
en los ojos.

Escupir el ala de flor
sentada en el tresillo
de color luto.

Y bajo las gotas
en la vuelta la esquina
todo lo que nunca sucedió entre nosotros.







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