Costa de márfil

Subiría titanio,
cromada metalurgia,
pero, la rampa hace que los gemelos se atranquen.

Y ahora llevo pelusa de un gato nórdico en este jersey de Pull Bear,
y el olor a Loewe
que corrompe todos los ambientadores.

Ahora entiendo la magia, la verdad, la fe, el camino, el amor;
si tú eres ejemplo de ella,
marca páginas del corazón.

Entiendo la lengua perdida de los arco iris,
la rotura de raíz en tierra,
la suavidad de cada una de las piedras
que he sostenido como un obelisco.

Sí, entiendo, en el entendimiento, de la ternura,
del pasaje de los trenes veloces
compitiendo con el tiempo para evitar su lejanía,
y mido con la altura de las pestañas-toldos
el sueño de calderas, más hermoso de todos los pasillos de Alcampo,
el buscar un rincón en esta fibromalgia.

De seguir pensando contigo, y buscar tu cuerpo
en la ladera proscrita.

Puede, acaso, sacudir la tierra en un terremoto
y toda mi existencia de casas calvas,
de ultramarinos vencidos por el hierro,
en las calles huertas donde no existían cerezos.

Qué hayan florecido, en el minuto instalado
de conocernos, una fuerza de rótulas,
de esferas en cuadrada sintonía,
y el estar, ahora, con una ciudad interna
abatida por los besos golondrinas,
en este árbol que es mi percha,
del cual cuelgan cada uno de los momentos que viví contigo.

Sé que tú no crees en conexiones, en vínculos energéticos;
pero, esta tarde, me acerqué a recoger olores
para ponerlas en esta pared escrita.

Tal vez para ti, fue una alcanzada quimera
mas puedo asegurarle que yo, entiendo, incauta y ya no etílica de su voz,
que no he cesado, en esta reconstrucción civil,
de pensar en ti.

Como los que esperan en las paradas
a las cinco de la mañana
para ir a ganar el pan.





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