Ciruelo

James golpeaba el saco 
de huesos de ciruela;
luego, la abría de piernas
y experto en cocina
preparaba el pollo relleno.

Hacía un hijo.
Hasta cien hijos.

Ella se traba, a veces,
pocos conocen que
en el terraplén del terror
estaba prohibido hasta hablar.

Hacía un hijo.
Hasta cien hijos.

Legrados en hospitales clandestinos
y una canción de jazz en la radio de un taxi,
la hemorragia desbordada en una alianza,

Hacía un hijo.
Hasta cien hijos.

1989, la violación está penada
por primera vez, en esta periferia
de comunidades autónomas,
dentro del matrimonio.

Tiñe de rojo el papel higiénico,
la taza, las piernas.
Huele a ciruela.

James, antes de devorar al fruto
entre sus colmillos
tomaba su piel de terciopelo.

¡James ahora tienes leyes
que espantan la gula!

Y ya nadie cree,
hijos,
en los unicornios.

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